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Que las Bibliotecas Municipales son refugio para todos los ciudadanos desde que nacen hasta que mueren, ya lo sabemos.
Que nuestros espacios están inundados de niños y niñas –algunos de ellos tan pequeños que incluso han de cruzar nuestro umbral a gatas–, de estudiantes que necesitan silencio, de abuelos que lo que aprecian es una mesa donde leer la prensa y comentarla, de mujeres que desean entretenerse con una buena lectura porque la televisión no vale nada, lo sabemos.
Que nuestras bibliotecas están siempre llenas, con vida y vividas, y que las tecnologías no suponen una bajada de cifras de visitantes, lo estamos palpando.
A las bibliotecas municipales, escasas de personal, dinero y tiempo, lo que no nos falta -¡bendita sea!- es trabajo, pero aún así, estamos abandonados por un sector de la población con la que parece que no terminamos de conectar: los adolescentes. Chavales y chavalas que no necesitan pisar nuestras bibliotecas para nada: porque estudian en casa, disfrutan en la calle y leen en la nube.
Pero desde las Bibliotecas de Villena nos empeñamos en que nuestros lugares sean de verdad espacios municipales plácidos, y que absolutamente todos los habitantes de nuestra ciudad los conozcan. Así pues, al hilo de una propuesta más que innovadora (y posteriormente pudimos comprobar que exitosa) por parte de la Concejalía de Cultura que un día, vísperas del verano, organizó un evento monstruosamente feliz, y en la que Villena se llenó de música durante 24 horas seguidas y por toda la ciudad, el ya famoso VEM (Villena es Música), decidimos que si Villena era VEM, también era BEM (Biblioteca es música).
Y eso hicimos. En ese sábado armoniosamente ruidoso, donde por cualquier callejuela podías encontrar un grupo de música, un coro de voces blancas, un orfeón, una orquesta sinfónica, un cantautor o una coral, las Bibliotecas pensamos que en nuestros centros también sonaría la música. Y una música ligada a la literatura. Lo más fácil era recurrir a un recital poético donde combinar las dos cosas, pero no…
Decidimos que esta vez lo que montaríamos sería un concierto de rap. El rap como la nueva poesía social. Nueva literatura compuesta de música y letras rápidas y provocadoras, que implementan batallas verbales como hace tiempo no se ven y que además sirven de forma de expresión, denuncia y emoción de un colectivo reacio a pisar nuestros servicios: los adolescentes de los que hablábamos.
Y eso hicimos… ¡RAP en nuestra sala infantil!
Cuatro raperos, con nombres tan fantásticos como Navajas, Xiki266, Emebé y Teo, que apenas raspaban los 18 años, convirtieron la biblioteca en un hervidero de chicos y chicas de pantalones caídos, gorras de lado, y camisetas reivindicativas. Bueno… eso fue cuando, incrédulos, localizaron el concierto, puesto que les parecía inverosímil que el rap fuera a sonar en la propia biblioteca.
Y de esta manera conseguimos multitud de cosas, que solo hemos apreciado con el paso del tiempo:
Primero, por fin, un buen colectivo de jóvenes entre 15 y 21 años, pisaron su biblioteca, que hacía tiempo que no visitaban, y nosotras, como siempre ávidas en la captación, habíamos sacado nuestras mejores galas para que se chocaran de frente con artículos, discos, libros, cómics y servicios que sabíamos que iban a ser de su interés. Y ¡sí! Lo fueron. Y nos preguntaron por ellos, y qué se necesitaba para hacerse socio, y qué más cosas había en la biblioteca…
Segundo, las bibliotecas se acercaron, de primera mano, a un reconocimiento de ese conjunto de la población tan desconocido para nosotros, y les preguntamos, charlamos con ellos, y supimos, de veras, cuáles eran sus necesidades.
Y tercero, y no menos importante, los usuarios habituales se toparon con un concierto de música rapera a la que no hubieran asistido jamás, pero que en cambio disfrutaron como nunca. Parejas que acudían con sus bebés, jubilados que venían a leer la prensa, trabajadores que, como siempre, cambiaban sus lecturas, se encontraron embelesados escuchando a estos “tipos” que de manera directa y rápida implementaban letras espontáneas sobre ritmos muy marcados que no dejaban indiferente a nadie. Y el punto álgido llegó con sus famosas batallas de gallos, donde un rapero se replicaba al otro, montando rimas en ocasiones imposibles, pero siempre con sentido, que nos hicieron reír y reflexionar al mismo tiempo.
Nuevo vocabulario, nuevas gentes, nueva música, nuevos ritmos, nuevos conocimientos, nuevos temas. ¿Se puede pedir más?
¡¡Sí!! ¡Se puede pedir repetir! Y no lo pedimos nosotras como bibliotecarias, sino ellos como raperos y el público que se quedó con ganas de más. Así pues… ¡ya estamos montando nuestro segundo concierto para el mes de junio! ¿Te apuntas?

Autora: Ana Valdés Menor. Técnico Medio de las Bibliotecas Públicas Municipales de Villena, encargada de las actividades de animación de las bibliotecas, especialmente las dirigidas a los bebés. Reparte su tiempo con la tutoría en el @teneo de la UOC, dirige un programa de radio local “La música que esconden los libros” y coordina un club de lectura poco clásico en la librería Ítaca, denominado “Entrelibros”.