La Genealogía como fuente de información histórica

(2021/07) Símile núm. 49, Símile 2ª època

 

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Etimológicamente, la palabra “genealogía” deriva del latín genealogía, y del griego genea: raza, nacimiento, generación, descendencia; más logos: ciencia, estudio, tratado.

La genealogía, por tanto, puede ser definida como el tratado o ciencia que tiene como objeto el estudio de la ascendencia y descendencia de una persona o familia.

Según la RAE, es la serie de progenitores y ascendientes de una persona y el escrito que los contiene.

Aunque tradicionalmente se la ha considerado como una de las ciencias auxiliares de la historia, junto a otras como la heráldica, la sigilografía, la numismática o la paleografía, últimamente se las denomina como ciencias instrumentales. La genealogía es considerada como una rama autónoma de las ciencias sociales, no solo relacionada con la historia sino con una amplia gama epistemológica dedicada al estudio de las personas, la sociología, la demografía, la antropología social, etc.

La genealogía ha tenido una importancia capital desde las primeras manifestaciones historiográficas de la mayoría de las culturas. En la Biblia, en el Antiguo Testamento en el libro del Génesis, se exponen las genealogías desde Adán y Eva hasta Abraham, como uno de los primeros patriarcas del judaísmo, donde se detalla toda su descendencia, tanto por la rama de Ismael como por la de Isaac hasta Jesucristo, con el que da comienzo nuestra era.

Igual ocurre en todas las culturas de la Antigüedad, egipcios, caldeos, sumerios y persas, cuyos primeros testimonios escritos casi se reducen a las listas de sus reyes, expresando el parentesco que los unía. En la antigua Grecia los historiadores nos ofrecen las genealogías de sus reyes y sus héroes entreveradas con las correspondientes leyendas mitológicas. Los romanos también daban gran importancia a la genealogía y conocían perfectamente la ascendencia de su patriciado y de sus antiguos reyes.

En la cultura germana sus sagas o leyendas están colmadas de datos genealógicos. Los vikingos, para poder demostrar la categoría, era requisito necesario poder recitar siete generaciones de su ascendencia agnaticia. El pueblo judío fundamenta la pertenencia al mismo en función del origen genealógico de la persona, es decir, uno se incorporaba a él por nacimiento. Los musulmanes descienden de Ismael, hijo de Abraham y su esclava Agar. Su cultura, por tanto, es de la misma raíz de inspiración semita que la de los judíos, por lo que le dan gran importancia al conocimiento de sus ancestros.

Con la aparición del feudalismo como organización sociopolítica que se conforma en una sociedad de tipo estamental, aparecen las inquietudes genealógicas, como instrumento de legitimación del poder. Un individuo es noble o hidalgo porque sus antepasados lo han sido y para poder gozar de los privilegios inherentes a este status privilegiado era necesario poder reflejar esa ascendencia de forma evidente. Por lo que se fue haciendo más necesaria la demostración de dicha condición. Esto provocó con el tiempo el estudio de la genealogía de los linajes, tanto desde la perspectiva de cada familia como desde la de las propias instituciones.

En España, la aparición de los estatutos de limpieza de sangre, es decir, la exigencia de demostrar el no tener sangre judía o musulmana para poder aspirar a determinados cargos y privilegios, provocó el apogeo de la genealogía como apoyo y justificación ideológica de esa sociedad estamental.

Aunque como indica Soria Mesa (Soria, 2004), los tratados de genealogía fueron cualquier cosa menos veraces testigos de la realidad familiar. Al ser encargados por la parte implicada o beneficiada, muchos de estos relatos se caracterizaban por su capacidad de alterar la realidad para adaptarlo a lo soñado. Esta falta de rigor histórico, en muchos de estos tratados abocó a la absoluta decadencia a la genealogía durante los siglos XIX y XX y quedó postergada de las aulas universitarias.

En las últimas décadas se está recuperando la posición académica que le corresponde como una herramienta esencial del análisis histórico. Además, al margen de su utilización científica, también se ha dado un gran despertar popular de personas que han hallado en la genealogía una nueva afición por descubrir y conocer a sus antepasados. Podríamos llamarla una nueva genealogía popular en las sociedades democráticas, en las que ya no importa descender de nobles o de plebeyos y que no se basa solo en la heráldica y las viejas glorias nobiliarias para tener sentido.

Es apasionante poder descubrir, poco a poco, a tus antepasados, conocer sus nombres, apellidos, fechas y lugares de nacimiento, con qué edad y con quién se casaron, cuántos hermanos o hijos tuvieron, a qué se dedicaban, cuál era su domicilio y su nivel económico o cultural, cuántos años vivieron, cuál fue la causa de su muerte, en qué contexto social y político les tocó vivir, a qué dificultades tuvieron que hacer frente. Se trata de hacer un viaje en el tiempo en el que recuperar esos ecos de la memoria de todas las personas, gracias a las cuales hoy estamos aquí. En definitiva, poder respondernos a algunas de esas preguntas para conocer mejor qué somos y de dónde venimos. Es decir, descubrir o redescubrir la historia con el mayor detalle y minuciosidad posible, pero lo más importante para cada persona, la suya propia, la que no suele quedar reflejada en los libros de historia.

Para poder realizar esta tarea investigadora con el mayor rigor histórico, es imprescindible demostrar documentalmente cada paso o averiguación que realicemos.

El proceso es muy sencillo, cada persona nos llevará a sus progenitores y así sucesivamente. Para este fin podemos recurrir a una infinidad de fuentes, tanto literarias como documentales. Las primeras a las que hay que acudir son el Registro Civil que comienza en España con carácter general en 1871 y con anterioridad a los registros sacramentales de bautismo, matrimonio y defunción de la Iglesia, que los hizo obligatorios a través del Concilio de Trento (1545-1563).

El resto de fuentes en las que investigar es amplísimo, desde archivos familiares a hemerotecas de todo tipo y ámbito, pasando por archivos militares, notariales, municipales, provinciales, censos, padrones, catastros, quintas, expedientes de limpieza de sangre o nobleza, fundaciones de mayorazgos o capellanías, pleitos de hidalguía, el BOE y su antecesor la Gazeta, etc. También tenemos en la actualidad una amplia bibliografía y recursos en internet, con muchas de estas fuentes accesibles y digitalizadas, incluso algunas de ellas indexadas.

Sería una buena oportunidad para las bibliotecas públicas, aprovechar este apogeo genealógico para ofrecer diferentes publicaciones, revistas y bibliografía relativa a esta materia, así como la posibilidad de programar charlas o talleres genealógicos tanto para escolares como personas adultas.

Referencias:

  • Soria Mesa, E., 2004. Genealogía y Poder, Invención del pasado y ascenso social en la España Moderna. Estudis. Revista de Historia Moderna. 30, pp. 21-55.

Autor:

Ricardo Celiberti Morales (Villena, 1959). Prejubilado de banca. Académico correspondiente de la Academia Valenciana de Genealogía y Heráldica. Diplomado en Genealogía Heráldica y Nobiliaria por la Fundación Cultural Hidalgos de España en 2017. Experto en Genealogía y Archivos por la Universidad de Córdoba en 2020.

Web genealógica familiar: http://usuarios.villena.es/genealogia-celiberti-ribera/

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